La Aflicción como el Medicamento para el Pecado (Reflexión)

El Señor ama a Sus hijos, y es muy paciente con ellos en la medida en que puedan sobrellevar la aflicción de forma segura. Sin embargo, ¡Él no los maltratará! Por ello debemos recordar que la enfermedad del pecado requiere de medicamentos fuertes, algunos de los cuales son muy desagradables. Y cuando nuestro caso lo requiera, ninguna súplica de corto alcance nos librara de tomar lo que Él prepara para nuestro bien. 

La Aflicción para el Cristiano
La Aflicción para el Cristiano

Es reconfortante saber que cada dosis es preparada por Su propia mano, y ninguna es administrada en vano, ni se repite más de lo necesario para responder a su propósito. Hasta entonces, ninguna otra mano puede eliminar la aflicción que Él pone sobre nosotros. Cuando se cumpla lo establecido, Él nos socorrerá; y, mientras tanto, controlara de tal modo la operación, o aumentará nuestra capacidad de soportarla, para que no seamos destruidos por ella. 

Las aflicciones son convenientes y en cierto grado necesarias para mantener viva en nosotros una convicción de la vanidad y la naturaleza insatisfactoria del mundo actual y de todos sus goces; para recordarnos que este mundo pobre no es nuestro descanso; y para llamar nuestra atención hacia arriba, donde está nuestro verdadero tesoro y donde debería estar nuestro corazón. 

Ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas. 

1 Pedro 1:6 


Cuando las cosas nos conducen a nuestros deseos, nuestros corazones son demasiado propensos a decir: ¡Es bueno estar aquí! Por este motivo, el Señor, mediante el dolor, la enfermedad y las desilusiones, al quebrantar nuestras almas, debilita nuestro apego a este mundo, y hace que la idea de dejarlo sea más deseable.  

Las adversidades son medicinas que nuestro médico misericordioso y sabio prescribe, porque las necesitamos; y Él proporciona la frecuencia y el peso de ellas según lo requiera el caso. 

Es verdad, sin una sola excepción, que todos Sus caminos son misericordia y verdad para aquellos que le temen. El Señor nos aflige para nuestro bien, ¡pero siempre es mil veces menos de lo que merecemos! 

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