Uno de los relatos históricos más curiosos entre la serie de batallas que libro el Imperio Persa contra el Imperio Macedonio, lo obtenemos de los confrontamientos entre sus soberanos, el rey Darío III y Alejandro Magno. Los registros nos muestran las aplastantes victorias de Alejandro Magno sobre el ejercito aqueménida, en la Batalla de Issos (333 a.C.) y la Batalla de Gaugamela (331 a.C.) A pesar de que fueron grandes victorias, estas también tuvieron un alto precio, tanto en los recursos militares, como humanos. Pero la enorme racha de victorias que traía Alejandro Magno, le dio la confianza para vencer a una de las dinastías más prominentes de Asia.
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Las expediciones persas se habían extendido tanto en Europa, que luego de haber diezmado a una importante parte del territorio griego, decidió hacerle frente a un joven estratega que había sorprendido a una buena cantidad de reinos, al ver como tomaba todo lo que se proponía y destrozaba cuando quería. Para Darío era indispensable acabar de una vez por todas, con el flagelo griego que venía persiguiendo al imperio desde las Batallas Medicas y le impedía extender su reinado en Europa.
La Amenaza Persa
Los dos lideres militares tenían el mismo objetivo, tomar el
imperio del otro y hacerse del reino más vasto de la antigüedad. En las vísperas
de la primera campaña militar que desataría una feroz batalla entre los dos imperios
en Issos, el rey persa reunió a un enorme ejército, conformado por casi un millón
de hombres en la infantería, 50,000 jinetes, la guardia real de los inmortales
y 200 carros fuertemente equipados, que fueron acompañados de Elegante y
lanceros. Este número exorbitante en el ejercito pesa hizo que Darío le enviara
un mensaje intimidante a Alejandro Magno, que en síntesis lo tomo como una
amenaza directa hacia todo el prestigio griego, y ni hablar de su propia vida
en el campo de batalla. La carta le fue llevada al líder macedonio, junto a un
saco lleno de semillas de sésamo (ajonjolí) en forma de burla, con el siguiente
mensaje: “Así como el número de semillas en este saco, así será el número de
soldados a los que tendrás que enfrentarte”. Cabe resaltar que el numero del
ejercito macedonio, era de 300,000 soldados aproximadamente.
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Ante tal amenaza, Alejandro Magno respondería con algo muy
peculiar. Con un saco casi vacío que contenía solo un grano de mostaza y una
carta que decía: “Ustedes pueden ser demasiados, pero nosotros somo más
poderosos y somos capaces de destrozarlos”. Cualquiera podría pensar que el rey
se había vuelto loco al tratar de desafiar de esta manera al enorme ejercito persa,
pero su corto historial de victorias, indicaba que su ejercito no tenia que ser
tan numeroso para ser letal. Las brillantes estrategias de su rey y un ejercito
experimentado, hacia del Imperio Macedonio un peligroso oponente en el campo de
batalla, y mas cuando este le favorecía en la superficie. Fue este uno de los
muchos errores que cometió Darío, cuando llevo la batalla a Issos, un terreno
muy estrecho que le impidió extender su enorme ejército, que tenía como
estrategia principal, el ampliarse con su caballería para rodear a su
contrincante y acabarlo por todos lados. Además, el rey Darío para poder reunir
a este gran numero de soldados, se vio en la necesidad de incluir a jóvenes o
adultos que jamás habían peleado en una batalla, y mucho menos contra un
ejercito tan bien coordinado como el de Alejandro Magno que luchaba con gran ímpetu.
Todos estos eventos terminaron, como se aclaro al principio, en una terrible derrota
para Darío y una gran victoria para Alejandro Magno y su poderoso ejército, que
más adelante tomaría todo el imperio de la dinastía Aqueménida.
Similitud con el Evangelio
La respuesta del rey macedonio, es muy pretencioso si lo
vemos desde el punto de vista persa, al comparar un saco lleno de semillas, con
un solo grano de mostaza, que para Alejandro Magno representaba un poder
aplastante sobre las otras, cuando germina en su totalidad. Ahora bien, es mas
curioso aun, cuando siglos después, el Señor Jesucristo utiliza esta misma simbología
para mostrarle al pueblo judío el poder del Reino de los Cielos, ante su propia
lógica, en la “Parábola del Grano de Mostaza”. Obviamente ellos lo vieron de la
misma manera que Darío vio la respuesta de Alejandro Magno, como algo
insignificante y débil, cuando en realidad estaba ante una gran potencia
militar, que en el caso del judaísmo, era el establecimiento del Nuevo Pacto de
Dios con los hombres. Acaso no es una maravillosa coincidencia, que en los dos
casos siempre hay un ganador absoluto, con la diferencia de que el nuestro, al
ser parte del Reino de Dios, es eterno y siempre vencerá, porque no hay quien
lo supere.