El Perdón Publico

   Introducción   
Jesús es nuestro modelo de vida, tanto en santidad, como en actitudes ante las situaciones que se nos presenten. Cuando Él pasaba por las pequeñas ciudades, las personas más necesitadas se le acercaban, en ocasiones con vergüenza o miedo a ser rechazados, pero en ningún caso fueron menospreciados por el Señor (Marcos 6:34).

La misericordia y la humildad diferenciaron a Jesús de los demás maestros que enseñaban en las sinagogas, por muy obvias razones, ya que era Dios. Todo aquel que se le acercaba necesitado y arrepentido de corazón, recibía el perdón de Dios y un cambio total en su vida.

   a. El Publicano y el Fariseo   
Los judíos de esa época no se encontraban muy contentos bajo el dominio del Imperio Romano, por lo que estos optaron por usar a hombres reconocidos entre los judíos, para el cobro de los impuestos, de manera que no tuvieran problemas con el pueblo más adelante.

El problema lo tuvieron las personas que realizaban los cobros, ya que las personas los identificaban como ladrones y traidores, por trabajar para Roma, a tal punto que no se les invitaba a las reuniones en las sinagogas y en las cortes de justicia, porque no eran de confianza. Por otro lado, los fariseos se consideraban las personas más puras y honradas del pueblo por su cercanía con la ley judía, los rituales de purificación y las actividades en el Templo de Jerusalén, además de ser invitados de honor en las reuniones religiosas y sociales del pueblo judío.
El publicano y el fariseo

   b. La Oración Publica (Lucas 18:10)   
Tanto el publicano como el fariseo, subieron probablemente a las 3 de la tarde, que es la segunda vez en el día en que se realiza la oración publica en el Templo. Es esta parábola se describe perfectamente la actitud que tomo el fariseo (actitud orgullosa y de autojustificación, Lucas 18:11-12) y la del publicano (vergüenza y humillación).

En esta hora, no solo se encontraban ellos dos, sino una gran multitud que se juntaba en el “Patio de los israelitas” del Templo a orar.

   c. Humillación Publica   
Como se nos relata, al publicano no le importo la multitud podría verlo con la mirada hacia abajo golpeándose el pecho o escuchar sus lamentos desesperados (Lucas 18:13). Lo que a él le importaba, era demostrar públicamente su arrepentimiento, de manera que no quedara nada al descubierto, aun si esto lo avergonzara mas de lo que ya estaba, con el simple hecho de ser un publicano cobrador de impuestos.
El publicano y el fariseo

   d. Perdón Publico   
Por las propias palabras de Jesús, sabemos que el publicano recibió el perdón por el cual se humillaba ante Dios; caso contrario que el del fariseo, quien con sus propias palabras se condenaba.

El publicano confeso su condición como pecador, lo cual lo hizo indigno de subir su rostro y ver el cielo. Al imaginarnos esta escena, podríamos ver a alguien derramando sus lágrimas y su corazón al mismo tiempo, dando lugar a un genuino arrepentimiento, el mismo que tuvo Zaqueo, Leví (Mateo) y muchos otros publicanos que mas adelante cambiaron su estilo de vida, demostrando así, los frutos de arrepentimiento que Dios le pedía al pueblo de Israel desde los tiempos de los reyes y profetas, y que actualmente le pide a su iglesia y al mundo entero.

   Aplicación   
El perdón y la misericordia de Dios, no hace excepción alguna, ya que siempre estará en la disposición de perdonarte (Mateo 9:13). Pero debemos recordar que, sin humildad y sinceridad, no veremos esos frutos que Dios espera de nosotros.

No solo consiste en arrepentirnos de corazón, sino en cambiar nuestras actitudes. Por ejemplo, Zaqueo no solo acepto el evangelio, sino decidió devolver el dinero que le había robado a las personas, cuatro veces más de lo que había tomado, que fue su manera de pedir disculpas por sus abusos, en público o personal.

Esa actitud de humildad es la que desecha la vergüenza al momento de pedir perdón, y es la misma que Dios espera de nosotros. Sin ella no es posible cambiar nuestro estilo de vida y mantener la comunión con las personas que nos rodean, es especial con nuestros hermanos de la iglesia. Todo esto es posible si le abres tu corazón a Dios con sinceridad y permites que cambie tu actitud, para tener la capacidad de perdonar y pedir perdón, como la tuvieron los publicanos que se acercaron a Él.

El Perdón