Poncio Pilatos – Curiosidades Históricas

Poncio Pilatos fue el quinto procurador de Judea entre el año 26-36 d. C., siguiendo con la línea de sucesión, desde el destierro de Herodes Arquelao por César Augusto en el año 6 d.C.

Pilatos logro esta posición, gracias a la influencia del prefecto Sejano sobre el emperador Tiberio, durante el año 26 d.C., para suceder a Valerio Grato.

 


Ocupación en Judea

Llegó a Judea el mismo año de su nominación, acompañado de su esposa. Durante mucho tiempo la ley romana no autorizó a que un gobernador llevara a su esposa a una provincia no pacificada, pero el emperador sí se lo permitió.

(Tácito, Anales 3:33)

 

Tras su llegada, Pilatos envió a Jerusalén un destacamento militar y ordenó que se entrara en la ciudad por la noche, algo que estaba prohibido por los anteriores procuradores, además mando a colocar insignias de águilas de plata y de pequeñas imágenes del emperador en algunas estructuras, para provocar a los judíos.

 

Esto hizo que una buena cantidad de ellos acudiera a Cesarea, la residencia del procurador, para exigir la retirada de las insignias. Según Flavio Josefo, Pilatos intentó intimidarlos, pero al ver que estaban dispuestos a dejarse matar en masa, accedió al final a su petición.

(Antigüedades 18:3, 1; Guerras de los Judíos 2:9, 2 y 3)

 

La Primer Sublevación Judía

Más tarde, tomó del Korbán o dinero sagrado del tesoro del Segundo Templo, para emplearlo en la construcción de un acueducto para llevar a Jerusalén el agua de las regiones montañosas del sur de la capital. El uso secular de un dinero consagrado a Dios provocó una sublevación. Cuando el procurador llegó a Jerusalén, los judíos asediaron su tribunal. Pilato, enterado ya de la rebelión, mezcló entre la multitud a soldados disfrazados escondiendo garrotes y puñales. Cuando la agitación llegó a su punto más alto, Pilatos dio la señal esperada por los soldados. Josefo afirma que numerosos judíos murieron asesinados o atropellados por la multitud al huir. No parece haberse dado otra sedición, por lo que Pilatos finalizó el acueducto, pero se hizo odioso a los judíos. (Antigüedades 18:3, 2; Guerras 2:9, 4)

 

Cuando estaba en Jerusalén, se alojaba en el palacio de Herodes el Grande. Hizo colgar después unos escudos de oro, cubiertos de inscripciones idolátricas relativas a Tiberio, aunque sin la imagen del emperador. El pueblo suplicó en vano a Pilatos que los quitara. Los nobles de Jerusalén enviaron entonces una petición a Tiberio, que ordenó al procurador que llevara los escudos a Cesarea.

 

Una carta de Agripa I, citada por Filón, presenta a Pilatos como un hombre de carácter inflexible, tan implacable como obstinado. Agripa temía que los judíos fueran a acusar a Pilatos ante el emperador de corrupción, violencia, ultrajes al pueblo, crueldad, ejecuciones continuas sin previo juicio, y atrocidades carentes de sentido. Pilatos era procurador cuando Juan el Bautista y Jesús comenzaron sus ministerios. (Lucas 3:1)

 


Conflicto con Herodes

Los procuradores de Judea acudían habitualmente a Jerusalén con ocasión de las grandes fiestas, durante las que se reunían multitudes de judíos. Es posible que fuera durante una de estas solemnidades, que Pilatos derramó la sangre de algunos galileos en la zona del Templo donde se ofrecían los sacrificios, dado que los galileos eran propensos a exaltarse durante las fiestas. (Lucas 13:1)

 

Los ejecutados por Pilatos habían intentado seguramente iniciar una sublevación. Es indudable que una ejecución tan grande de algunos de sus súbditos enfurecería a Herodes Antipas; fuera cual fuera la causa de la enemistad entre él y Pilatos, el rencor de Herodes se apaciguó cuando el procurador reconoció la jurisdicción del tetrarca en las cuestiones concernientes a los galileos, ya que más adelante, Jesús seria interrogado por Herodes Antipas. (Lucas 23:6-12)

 

Los Juicios de Pilatos

La carrera de Pilatos y la firmeza en que trató a algunos judíos, como fue el caso de Jesús, revelan un carácter dispuesto a juzgar con justicia, siempre y cuando ello no le implicara ningún inconveniente personal.

 

Dispuesto a cometer un crimen que le fuera de provecho, y sin preocuparse por sus deberes, sino por sus intereses. Habiendo proclamado tres veces la inocencia de Jesús, y sabiendo que su deber era liberarlo, no lo hizo para no hacerse más impopular entre los judíos. Ordenó la flagelación de Jesucristo, no habiéndolo hallado culpable de nada. Dejó después que los soldados romanos, que se hubieran detenido a la menor indicación de su parte, torturaran de nuevo al preso. Cediendo al final al clamor de los judíos, Pilato accedió a la demanda de ellos, entregando a Jesús a la crucifixión. (Lucas 23:25)