Abba (Padre) - Antiguo Pacto

En las religiones antiguas es fácil encontrar el apelativo «padre» referido a Dios, pero solo en cuanto creador y como signo de autoridad. En la tradición egipcia, el faraón en el momento de su entronización se convierte en hijo del dios Sol, que es su «padre». En Grecia es bastante frecuente la designación de «padre» aplicada a un dios, que obedece a una mentalidad mítico-biológica, toda vez que se representa a esa divinidad concreta como el primer antepasado genealógico que literalmente «engendró» la vida de los dioses inferiores y de los hombres. En este esquema aparece junto al «padre divino» una divinidad femenina que ejerce el papel de «madre». 

El éxodo en el óleo de David Roberts 1828. Museo de Arte, Birmingham.

Para evitar semejantes interpretaciones mitológicas, Israel aplicó a Yahvé este título con extrema prudencia  ( Dt. 32 32:6; 2 Sam. 7:14; Sal. 68:5; 89:27; Jer. 3:4.19; 31:9; Is. 63:15-16, 64:7; Mal. 1:6; 2:10; Tob. 13:4). A Dios se le llama «padre» únicamente en un contexto de elección, de alianza y de salvación histórica, nunca en cuanto origen del cosmos o de la humanidad. Yahvé es un Dios único; no tiene hijos ni hijas, al contrario de lo que sucedía con los dioses cananeos. El uso de la terminología paterna es metafórico en el AT. Dios es «padre» en relación con la globalidad del pueblo de Israel (2 Sam. 7:14) y con el rey en tanto que es el representante de la nación entera: «Él me dirá: Tú eres mi padre; eres mi Dios» (Sal. 89:26). La idea israelita se aparta del esquema biológico-mítico al entender la formación del pueblo hebreo —«hijo primogénito» de Dios (Ex. 4:22; Dt.14:1-2; Jer. 31:9)— como una decisión histórica de Yahvé. «Lo que modifica profundamente la noción de padre es que la paternidad de Dios es puesta en relación con una acción histórica. La certeza de la paternidad de Dios y de la filiación de Israel no se fundamenta ya en un mito, sino en la experiencia concreta de un gesto salvador único en su género, realizado por Dios en la historia. 

A través de los siglos Israel sintió como uno de sus privilegios más grandes esta cualidad de ser hijo de Dios. El mismo Pablo, cuando enumera los dones gratuitos concedidos por Dios a Israel (Ro. 9:4), menciona en primer lugar la filiación adoptiva» (J. Jeremías, Abba, pp. 20-21). El profeta Oseas utiliza la imagen del «hijo primogénito» de Dios para referirse a Israel, indicando la realidad vital de la guía providencial y educativa del pueblo por Yahvé. En Jeremías la imagen padre-hijo sirve para expresar de manera restallante y con la mayor agudeza posible el contraste entre el amor de Yahvé y la rebelde obstinación de Israel (Jer. 3:4,19; 31:9); de manera que «padre» no es propiamente un título de Dios, sino una relación. En la angustia del exilio y de los primeros tiempos postexílicos Israel se dirige por primera vez a Dios como «padre» (Is. 63:15ss; 64:7ss). El contenido de este título para Israel se deduce de la consideración de Yahvé no solo como creador de todos los hombres, sino sobre todo como creador de Israel en su condición de nación y de pueblo escogido: «¿Así pagáis al Señor, pueblo insensato y necio? ¿No es él tu padre, el que te crió? ¿No es él el que te hizo y te constituyó?» (Dt 32:6). La paternidad divina hace referencia a la nación, si bien pronto se orientará hacia los pobres y los huérfanos, a los que Dios ama con mayor cariño que una madre terrena (Is. 49:15; Sal. 68:5; 103:12). 

En los libros posteriores, Sabiduría y el Sirácida o Eclesiástico sobre todo, el titulo «padre» referido a Dios se relaciona también con individuos particulares (Eclo. 23:1-4; 51:10; Sab. 14:3), reflejando una «democratización e individualización del pensamiento teológico» (Erich Zenger), resultante del final de la monarquía y del influjo helenístico. Los justos y los piadosos invocan a Dios como padre (Sab. 2:16; Eclo. 4:10) y son llamados «hijos de Dios» (Eclo. 4.11). En el Sirácida se halla la evidencia más antigua de la designación de Dios como padre a titulo individual. El padre de la nación es ya padre del individuo (cf 22:27-23:6). Y en Sab. 11:23-24 Yahvé, aunque sigue siendo padre de Israel de forma privilegiada, deviene padre de todo y de todos, con lo que la paternidad de Dios se extiende a todas las naciones.