La discusión acerca de la autoría del Génesis, como del Pentateuco, ha estado polarizada desde hace muchos años. Durante siglos, la opinión generalizada de los eruditos bíblicos ha sido que Moisés es el autor indiscutible del Pentateuco y, dentro de él, del libro de Génesis. Esta posición está basada en cierta evidencia interna presente en el Pentateuco y en datos proporcionados por el Nuevo Testamento.
En Busca de la Autoría
En efecto, en el Pentateuco son varios los pasajes que apuntan a Moisés como autor del conjunto, por ejemplo, en el Éxodo se afirma que Yahvé mismo le encomendó que escribiera acerca de los sucesos ocurridos (Ex. 17:14; 24:3-7). Y en Deuteronomio, que debería poner por escrito la exposición final de la Ley. De estos versículos se desprende que Moisés podría ser el responsable principal del material presentado desde el Éxodo hasta el Deuteronomio (Dt. 31:24; Josue 8:31; 2 Reyes 14:6).
En cuanto al Génesis, la evidencia es menos convincente. El nombre de Moisés no aparece por ninguna parte, y ciertas expresiones contenidas en el libro podrían indicar una fecha de composición posterior (Génesis 12:6; 14:14; y en especial 36:31). Realmente, la evidencia interna del libro no sugiere la intervención directa de Moisés en su redacción y composición. El Nuevo Testamento, por su parte, es más concluyente. En diversos contextos atribuye a Moisés la autoría de todo el Pentateuco (por ejemplo «la ley»; véase Lucas 24:27, 44; Romanos 10:5; 2 Corintios 3:15).
La Tradición y la Critica
Esto indicaría que Génesis, como parte de este grupo de libros, sería obra suya. Pareciera que desde fines del siglo V a.C., la tradición judía consideraba el Pentateuco como producto de la «pluma» de Moisés (Esdras 7:6). Esta conclusión recibe apoyo sustancial en las palabras de Jesucristo cuando declara: «Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él» (Juan 5:46), si bien este texto no dice explícitamente que se refiera al Génesis. Esta posición tradicional, sin embargo, ha sido puesta en tela de juicio a partir del siglo XVII. Desde entonces, la erudición bíblica, en su expresión más crítica, ha rechazado la autoría de Moisés proponiendo diversas hipótesis para resolver el problema en cuestión. El historiador J. Wellhausen, uno de los exponentes más conocidos de esta postura, sugirió lo que hoy se conoce como «Hipótesis documentaria». A través de una lectura crítica del texto, se considera que el Pentateuco en general y el Génesis en particular están compuestos por una serie de tradiciones independientes entre sí que pasaron por un filtro, un proceso de selección que finalmente las unió en un documento medianamente homogéneo.
La Hipótesis Documentaria
Si bien es imposible determinar cuáles fueron los criterios empleados en este proceso, dicha posición sugiere que es posible aislar ciertos documentos que sirvieron como fuentes literarias para la composición final. Mediante la aplicación de criterios textuales, literarios, históricos e ideológicos, se llegó a la conclusión de que existieron cuatro documentos primordiales que fueron mezclados en uno por un redactor anónimo. Se los conoce por las iniciales J, E, P, D. Los pasajes que emplean el vocablo Yahvé se atribuyen al documento yahvista (J); los que emplean el término Elohim pertenecen al documento elohista (E). La fuente sacerdotal (P, por el alemán Priestlich) se origina dentro del círculo formado por los sacerdotes de Israel. Finalmente, el documento D representa al responsable final del libro del Deuteronomio, es decir, al deuterononomista.
El libro del Génesis, entonces, sería el producto de tres fuentes principales: J, E y P, cada una con su estilo característico. La hipótesis documentaria propone que cada pasaje del Génesis puede ser asignado a una de estas fuentes mediante la aplicación de los criterios mencionados más arriba. Esta teoría, antes aceptada por una gran mayoría de eruditos, actualmente ha sido puesta en duda tal como fue presentada.
Sugerimos que es mejor no hablar ni de Moisés ni de los documentos J, E y P. Es preferible manejarse con el término más neutro de «redactor» o «narrador». En principio, consideramos que no hay suficiente evidencia interna o externa para hablar de Moisés como el autor exclusivo o final de esta obra. Pudo haber tenido alguna influencia sobre el conjunto, y sin duda tenía las cualidades para escribirla; sin embargo, la evidencia no es concluyente; por lo tanto, preferimos admitir que el problema de la autoría no se resuelve cabalmente con la figura de Moisés. De igual manera, la hipótesis documentaria no debe tratarse como la única alternativa válida. Sin duda es importante como herramienta de trabajo, pero son muchos los interrogantes que aún no han sido resueltos.
Extrayendo el Significado
Además la erudición de los últimos años ha propuesto o identificado «fuentes» adicionales y redactores múltiples. Todo ello atenta contra la aceptación definitiva de esta teoría. Quizás, el obstáculo principal a la teoría, sea la fragmentación del texto que propone. A pesar de ello, el texto llega a nosotros como una unidad dinámica y llena de vida. Por lo tanto, para comprender el significado total del libro es necesario interpretarlo como un todo.
Nuestra presuposición deberia ser, que más allá de su autoría física, es una literatura viva inspirada por el Espíritu Santo de Dios, capaz de transformar la historia global y las vidas de los individuos. Este acercamiento integral permite descubrir, no tanto el origen de diversas tradiciones, sino el mensaje teológico que perdura a través del tiempo y que vive en las páginas del primer libro de la Biblia.