Era
parte de los juicios divinos durante el Antiguo Testamento en relación con la
sospecha de infidelidad de una esposa o esposo, consistía en la preparación
de una bebida, a base del agua y un poco de la tierra del suelo santo del Tabernáculo.
En Levítico 20:20 se decreta cortar el linaje para ambas partes convictas y
confesas de adulterio. Pero cuando faltaban pruebas objetivas y legales, se
daba paso a la ordalía o Juicio de Dios.
Este
procedimiento se adoptó de una práctica arcaica tan arraigada en las leyes
humanas, que permaneció vigente hasta la entrada de la Edad Media, y que de
alguna manera, forma parte de la psicología de muchas personas, que creen poder
adivinar el castigo de Dios, en los acontecimientos adversos y las desgracias
que caen sobre ciertas personas. pero a pesar de la deficiencia del juicio
humano, los hebreos entendían que Dios siempre intervenía, para esclarecer la
situación.
JUICIO BABILONIO
El
Código de Hammurabi, determinaba que en el caso de sortilegio o adulterio, había
que arrojar a la persona sospechosa a uno de los ríos más caudalosos de la zona,
ya sea el Éufrates o el Tigris considerados como divinos, a la espera del
veredicto de los dioses, que ahogaban al culpable y salvaban al inocente.
Cabe resaltar que estos dos ríos poseían una fuerte corriente idéntica o mayor la
del río Jordán, además de que se lanzaban a los acusados desde un peñasco, por
lo que la caída también podía matarlos.
LA BEBIDA AMARGA
La
ordalía hebrea, carece de elementos brutales, es bastante inofensiva en
comparación con los rituales de los otros pueblos, y se reduce a una
confrontación entre la parte acusada y el sacerdote, que ocupaba el rol de
representante de Dios dentro del pueblo. La mujer bajo sospecha, era
sometida a un solemne ritual en el que culminaba ingiriendo cierta cantidad de aguas
amargas», ofrecidas por el sacerdote, mientras la acusada sostiene una
ofrenda de celo, que consistía en dos kilos de harina de cebada, sin aceite e
incienso.
Esta
bebida se preparaba en un vaso de barro, donde se mezclaba agua santa,
(probablemente de la fuente de bronce que había en el santuario), con polvo del
suelo del Tabernáculo (Números 5:11-31). En respuesta a las acusaciones del
sacerdote hacia la mujer, esta pronunciaba un doble amén, mencionado en este
texto bíblico por primera vez, mientras el sacerdote redactaba en un documento,
la maldición que recaería sobre la mujer en caso de mentir.
El
primer amén de la mujer hacía referencia a su inocencia, y el segundo a la
maldición con que se la amenazaba. En caso de culpabilidad la mujer padecía ciertos
malestares que harían más doloroso el parto, como consecuencia de ingerir la
bebida, pero esto no dañaba al niño en su vientre, sino solamente dañaba a la madre,
dejándola estéril luego del parto e
impura en medio del pueblo. Al tomar el veredicto final sobre la sospecha de la
mujer, al hombre también se le sentencia en simultaneo por llegarse a ella,
con la lapidación.
Mas
si la mujer no era hallada culpable, sino que era inocente, ella estará libre
de todo juicio y será fértil, es
decir, que concebirá descendencia. El ritual israelita atribuye el castigo de
la culpa a Dios, ya que en su nombre se jura sobre un acto impuro, y no a
ningún efecto mágico del agua, como si se lo atribuían otras culturas, que la
mujer se veía forzada a beber. (Números
5:28)
RITUAL REVOCADO
Si
bien es cierto, que el agua podría causarles ciertos malestares a las acusadas
de adulterio, Hoy por hoy se sabe, que algunos cambios hormonales o anomalías en
el útero de la mujer, como lo es la adenomiosis, podrían generarle
complicaciones durante el embarazo o durante su periodo menstrual.
Sea cual sea el caso, se sabe que a estas prácticas se les puso una cierta pausa al final de la edad media, por lo innecesario que resultaba someter a los acusados a pruebas tan arriesgadas, teniendo en cuenta que los castigos si debían ser fuertes, si se les hallaba culpables.