Alejandro Magno en la Historia Bíblica

La derrota de Darío III en Isso (333 a.C.) abrió un nuevo período en la historia judía. La victoria del joven conquistador sobre el imperio Persa puso a los judíos de Palestina en contacto directo con la civilización griega. Al parecer Alejandro obtuvo pacíficamente la sumisión de los judíos (332 a.C.). Les mantuvo los derechos adquiridos en tiempo de los persas, por lo que se le consideró un nuevo Ciro.

Alejandro Magno

Magno permitió a los judíos el libre disfrute de sus libertades civiles y religiosas, y recompensó a quienes le acompañaron en la guerra contra Egipto, asentándose en Alejandría, ciudad fundada por él, concediéndoles los mismos derechos ciudadanos que a los macedonios.

Cuando los samaritanos se rebelaron contra él, incorporó de nuevo una parte de Samaria a Judea en el 331 a.C. Flavio Josefo ofrece interesantes detalles acerca del comportamiento de Alejandro con los judíos, pero es un relato infundado que visitase Jerusalén y sacrificase en el Templo (Antigüedades 11,8).
Después de la prematura muerte de Alejandro, Palestina sufrió grandemente por culpa de los conflictos que se ocasionaron cuando se produjo el reparto del vasto imperio entre sus generales. Situada entre Siria y Egipto, se transformó en la manzana de la discordia de sus respectivos gobernantes. Al principio, como parte integrante de Celesiria, Palestina pasó a ser posesión de Laomedonte de Mitilene. Pero ya en el año 320 a.C. fue invadida por el egipcio Ptolomeo I (323-285 a.C.), que tomó Jerusalén un día sábado y se llevó a muchos samaritanos y judíos a Egipto. Pocos años después (315 a.C.), cayó en poder de Siria; pero tras de la batalla de Ipsos, en Frigia (301 a C.), quedó incorporada a Egipto y permaneció así casi un siglo (301-202 a.C.).
Cuando el seléucida Antíoco III (223-183 a.C.) venció a Ptolomeo V, se convirtió en el nuevo amo de Judea. 

En las Escrituras

Alejandro no es mencionado por su nombre en la Biblia canónica, pero sí en la historia de los Macabeos (1 Macabeos 1:1-9; 6:2). En las visiones de Daniel aparece reflejado en la estatua con vientre y muslos de bronce del sueño de Nabucodonosor (Daniel 2), en tanto que, seria el sucesor del Imperio medo-persa (figurado por el pecho y brazos de plata); igualmente es el tercer animal de la visión de Daniel 7 y el macho cabrío (Dan. 8:5); se lo menciona además como «un rey valiente» en Daniel 11:3 y en Zacarías 6:2 y el capitulo 3, donde se alude a los cuatro grandes imperios, el tercero, el reino de Grecia, es comparado con un carro jalado por caballos blancos.