La derrota de Darío III en Isso (333 a.C.) abrió un nuevo período en la historia judía. La victoria del joven conquistador sobre el imperio Persa puso a los judíos de Palestina en contacto directo con la civilización griega. Al parecer Alejandro obtuvo pacíficamente la sumisión de los judíos (332 a.C.). Les mantuvo los derechos adquiridos en tiempo de los persas, por lo que se le consideró un nuevo Ciro.
Magno permitió a los judíos el libre disfrute de sus libertades civiles y religiosas, y recompensó a quienes le acompañaron en la guerra contra Egipto, asentándose en Alejandría, ciudad fundada por él, concediéndoles los mismos derechos ciudadanos que a los macedonios.
Cuando los samaritanos se rebelaron contra él, incorporó de nuevo una parte de Samaria a Judea en el 331 a.C. Flavio Josefo ofrece interesantes detalles acerca del comportamiento de Alejandro con los judíos, pero es un relato infundado que visitase Jerusalén y sacrificase en el Templo (Antigüedades 11,8).En las Escrituras
Alejandro no es mencionado por su nombre en la Biblia canónica, pero sí en la historia de los Macabeos (1 Macabeos 1:1-9; 6:2). En las visiones de Daniel aparece reflejado en la estatua con vientre y muslos de bronce del sueño de Nabucodonosor (Daniel 2), en tanto que, seria el sucesor del Imperio medo-persa (figurado por el pecho y brazos de plata); igualmente es el tercer animal de la visión de Daniel 7 y el macho cabrío (Dan. 8:5); se lo menciona además como «un rey valiente» en Daniel 11:3 y en Zacarías 6:2 y el capitulo 3, donde se alude a los cuatro grandes imperios, el tercero, el reino de Grecia, es comparado con un carro jalado por caballos blancos.